Vídeos DE ENCINASOLA

Queridos Paisanos: hace algún tiempo el señor Manuel Fernández López y MªTinidad Domínguez López me hicieron el ofrecimiento de una series de cintas de VHS, en las cuales se refleja la viva historia de nuestro querido pueblo, como son sus fiestas y tradiciones y otros acontecimientos, en ese momento yo estaba con un tratamiento de quimioterapia y le dije que no era el momento para digitalizarla, terminado el tratamiento me puse manos a la obra y le pedí al Sr. Fernández que me enviara las cintas que había realizado durante el periodo de tiempo que tuvieron un videoclub, esas cintas están en mi poder y ya las estoy recuperando para que vosotros podáis visionarlas, la estoy fraccionando en videos de 13 a 15 minutos,para que se hagan más amenas, deseo que vayáis expresando vuestro agradecimiento al Sr. Manuel Fernández y Mª Trinidad Domínguez por su gentileza a que estas cintas vean la luz.
Os comunico que estos vídeos irán apareciendo en Morochos en la Red, espero que sea del agrado de todos.
Fontenla.

CALLE ABEL MORENO

MAROCHOS EN LA RED: esta dedicado solo y exclusivamente a todo lo que rezume sabor marocho, fotografías, escritos, poesías, vídeos, sin vuestras colaboraciones este Blog no seria posible, gracias a todos, espero vuestros envíos,pinchando con el ratón abajo en ENVIAR CORREO
LA PAGINA ESTA DISEÑADA PARA VERLA EN EL MOVIL
Cuando entreis en Marochos en la Red en el Movil,bajar hasta abajo del todo y pinchar donde dice"VER VERSIÓN WEB" y vereis Marochos, tal cual como en el ordenador.

miércoles, febrero 15, 2006

La "Senara"

La senara”¿ Que era una “senara” ? . Esta pregunta la escuché de un chico joven no hace mucho. Trate de explicarle su significado de la forma que mejor supe. Luego y al consultar en el Diccionario, aunque muy escueta, observé como queda bastante bien definida de la forma que sigue: Terreno de mala calidad lleno de retamas y malezas.A pesar de todo y principalmente dedicado a nuestra juventud, trataré de ahondar algo mas en el fondo de esta inusual expresión, ya que para todos aquellos que peinamos canas, hombres y mujeres de Encinasola, creo que no la olvidaremos nunca.Como todos sabemos, el Término Municipal de nuestro pueblo se encuentra repartido en un alto porcentaje en grandes fincas (latifundios), que pertenecen o pertenecieron a familias sobradamente conocidas.En estos terrenos, casi todos de escaso valor productivo en cuanto a cereales y tendentes a cubrirse de forma rápida de jaras, aulagas y otras malezas, se hacia necesario cada varios años, su limpieza. De lo contrario pronto se convertía en lo que se conoce como “mancha” (especie de selva improductiva ).Con este fin, muchas de estas fincas se dividían normalmente en cinco partes, conocidas cada una como “giros”. Cada año, uno de estos giros (el que le tocara), era repartido a su vez en trozos. Cada uno de estos trozos era lo que se conocía como “senara”, calculándose la extensión superficial de cada una por “fanegas”, que quedaba limitada por mojones clavados en el suelo o marcas hechas en las encinas. Estas tierras eran las que se repartían a los “senareros”. De forma aclaratoria hay que decir que la fanega era una medida compuesta por cuatro cuartillas de grano. Esta cantidad de grano esparcido por el suelo en forma de siembra al voleo, ocupaba la extensión de tierra que se le calculaba como una fanega.Normalmente, si el senarero era un padre con varios hijos, se le “arrayaban” mas fanegas. (más cantidad de tierra)El reparto era llevado a cabo siempre por el encargado de la finca u otra persona de confianza de su dueño. Ni que decir tiene que con las mejores tierras del “giro” siempre se quedaba el “señorito”, que eran precisamente los “majadales”, zona con estiércol donde había pernoctado el ganado durante el año.A veces no era tan fácil de conseguir cualquiera de estos trozos. Basta con que por cualquier motivo no le cayeses bien al dueño de la finca o a su encargado, para que te quedases sin senara. También se aplicaba aquello de la “tomas o la dejas”, sin otras contemplaciones. Estas circunstancias daban lugar en ocasiones a tener que aceptar las tierras que quisieran asignarte. En muchos casos, estos repartos eran llevados a cabo en fincas que no pertenecían al Término de Encinasola, como por ejemplo Los Leales, Los Hoyos, La Parreña y otras. Explicado esto continúo diciendo que al final del verano, con la llegada de las primeras lluvias, empezaba la durísima tarea de preparar la tierra, que sería la senara del próximo año.Primero había que quitar toda la maleza. Esta operación se conocía con el nombre de “roza”, llevándose a cabo normalmente con el azadón, espigocha o calabozo. El “monte” (maleza), se colocaba una vez arrancado, sobre aquellas zonas de difícil acceso para poder ser barbechada, formando montones que se conocían con el nombre de “rodeadas”. Terminada esta faena, sobre el mes de Noviembre había que empezar la siembra sobre el barbecho preparado el año anterior, que duraba casi todo el mes de Diciembre, quedando arropada la simiente con la “vertedera”, (artilugio de hierro que removía la tierra) de la cual tiraba una collera de bestias unidas por una pieza hecha de madera de encina o hierro llamado “canga”, que encajaba por cada uno de sus dos extremos en una especie de collarines hechos de tela y bálago que se ajustaban al cuello de cada animal llamados “monillas”. (Para quien no lo sepa hay que señalar, que el bálago era la caña alargada y seca del centeno una vez sacudido su grano)En una ranura de forma rectangular abierta en el centro de la canga se enrollaba una tira ancha y larga de cuero que se conocía como “látigo”, del que colgaba una pieza de hierro y madera curvada por uno de sus extremos en forma de U mayúscula cerrada llamada “barzón”, que era donde se enganchaba la “rabiza”, pieza larga de madera que acoplada en el barzón mediante la “labija”, unía la canga con la vertedera.Esta ocupación, por coincidir en fecha, se alternaba con la recogida de aceitunas, que se hacia de la siguiente forma: Mientras el padre o algún hermano mayor sembraba, la madre y los demás hijos en muchos casos, efectuaban lo que se conocía como “el apañijo”. Seguidamente, sin tregua, se empezaba a arar la tierra que antes se había rozado, quedando barbechada y en espera de recibir la siembra del siguiente año. Este trabajo se llevaba a cabo entre los meses de Enero y Marzo aproximadamente, teniendo que acudir al mismo tiempo al “gradeo” sobre la superficie sembrada ese año, que consistía en pasar una herramienta con púas de hierro por encina de la incipiente sementera, con el fin de que ahuecase un poco la tierra si el año había sido muy lluvioso y “matase” en lo posible al mismo tiempo las primeras hierbas que acompañaban al trigo y demás cereales en su nacimiento.El apero usado en esta labor, tres palos articulados con púas de hierro, se llamaba “grada”, aunque por degeneración del vocabulario se omitía la consonante “d” y se pronunciaba “graa”, de la cual tiraban también las bestias.Al conjunto de herramientas que se usaban para todas estas labores se conocía como “aperos de labranza”.Terminado el barbecho y ya sobre el mes de Marzo y buena parte de Abril, se acudía, con el sacho o a mano, a limpiar de “malas hierbas” el trigo, que ya estaba crecido. Después siempre se cumplía el refrán que dice: “ La siega, en buen o mal año, a primero de Mayo”. En esta fecha ya se empezaba a segar, principalmente la avena y cebada, que normalmente se sembraba en las partes mas endebles y secas de la “senara”, terminando con el trigo que era cortado a final de este mismo mes o en el siguiente Junio. La siega se llevaba a cabo a mano y con una grande y bien afilada hoz. La mano izquierda, a fin de que, principalmente los dedos, estuviesen protegidos de un posible corte (cosa muy frecuente), se cubrían con unas fundas rudimentarias de cuero áspero que se llamaban “dediles”. Los cereales, al mismo tiempo que se iban cortando con la hoz, eran atados en haces, para lo que se usaban unos “amarrijos” que se hacían sobre la marcha del mismo trigo o cebada arrancado del suelo con la mano. Estas ataduras se llamaban “vencejos”. Los haces una vez “amarrados” (unos siete aproximadamente), eran agrupados unos encima de otros, formando lo que se conocía como “carga”.Finalizada la siega, estas cargas, en bestias y sobre un artilugio articulado de madera también de encina, llamado “cangallas”, era transportado hasta la era, donde se amontonaba de forma que se mojase lo menos posible en caso de lluvia. Esta pila de haces era conocida como “parva”. Con cada cereal se formaba una parva distinta, quedando todas ellas a la espera de ser trilladas. Seguidamente empezaba la “recolección”, que duraba en algunos casos, hasta el mes de Agosto.La recolección era a mi parecer, la faena mas dura de todo el proceso . En ella se incluía la trilla de la parva, (si era muy grande se dividía en partes). Una vez trillada con las bestias, se empezaba con la limpia de la misma mediante “venteo”, usándose para ello las herramientas llamadas “bierga, rastrillo y pala”. Cuando a fuerza de paciencia, si el aire era escaso, se conseguía separar el grano de la paja, se empezaba a llenar los costales de grano, operación que se llevaba a cabo con una medida de madera llamada “cuartilla”. Lo peor de todo era el llenado de las barcinas de paja, trabajo que había que dejarlo hecho antes de acostarse.De madrugada, sobre las cuatro de la mañana si la era estaba distante del pueblo, había que levantarse para llevar a casa lo que se conocía como “el acarreto” (viaje de grano y paja sobre las bestias, que había que descargar y guardar en el doblado o el pajar)En horas todavía tempranas del nuevo día que amanecía ya había que estar de vuelta en la era para empezar, tras comer normalmente un trozo de pan y tocino, otra larguisima jornada, motivo por el cual lo de llevar “el acarreto” estaba reservado casi siempre a los mozos que eran los únicos que podían aguantar con su juventud aquel tremendo tren de trabajo tan duro.Se podrían escribir numerosas historias, algunas simpáticas, solo con las vicisitudes que ocurrían en estas faenas. Acabada la recolección, siempre quedaba algún trabajo que hacer, normalmente carboneras para convertir la leña en carbón. También había que quemar las “rodeadas” que anteriormente se habían formado durante la “roza” mientras se preparaba el barbecho, tal como se ha dicho antes. Fue una vida muy dura. Las necesidades y carencias de todo tipo aparecían en todo momento. No existía “paro” ni prestaciones de ningún tipo por parte de la Administración, haciéndose necesario agarrarse a cualquier cosa, solo para escasamente poder comer.Primero y tal como se ha explicado antes, te asignaban (muchas veces por lástima), un pedazo de tierra. Mejor dicho: Una “mancha” en la que había que dejar mucho sudor y la misma vida para hacerla medianamente cosechable. Desde que tirabas la simiente a la tierra, tu vida se convertía en un “sin vivir”, mirando cada momento al cielo para ver si aparecían o se iban las nubes (según el caso). Si el tiempo era seco, el trigo no podía nacer. Si llovía con exceso, cosa habitual en aquellos años, la sementera se “enguachinaba”. Otras veces que durante los primeros meses del año el comportamiento meteorológico había transcurrido sin incidencias, cuando llegaba luego la primavera, fecha en la que se cumple el refrán de “Abril, cada pajita con su fusil”, cuyo significado es que cada tallo comienza a echar su espiga, se volvía a cumplir lo dicho anteriormente. Si la lluvia, tan necesaria en esas fechas era escasa, la espiga se quedaba a medio granar. Si por el contrario descargaban fuertes tormentas, tan normales en esos meses, hacían un daño cuantioso “encamando” los sembrados, principalmente aquellos que estaban mas crecidos. Las consecuencias, en cualquiera de los dos casos, resultaban tremendamente desastrosas.A pesar de todo, que nadie piense que la tierra (senara) te la adjudicaban gratis. Después de tanto trabajarla (en muchos casos toda la familia al completo) como esclavos durante el año, encima había que pagar al dueño de la finca algo así como un tributo conocido como “terralgo”, que era pactado entre ambas partes desde el principio y de la forma siguiente: Si lo acordado era de “siete-una” se entendía, que por cada siete cargas de trigo segadas en el tajo por el senarero, una era para el dueño de la finca. En este caso se decía que el “terralgo era de a siete”. La mayor o menor cuantía de este pago dependía de la calidad de la tierra repartida al “senarero”. A mejor tierra adjudicada al labrador, mayor “terralgo” tenia que pagar éste a favor del propietario de la tierra, pudiendo llegar a ser en algunos casos hasta de “cuatro-una”.Por último comentar, que si por fin llegaba un año medianamente aceptable, una vez trillada la cosecha se solía decir: “ha salido de a diez”. Esto quería decir que por cada fanega sembrada se recogían diez. Si la comparación era por ejemplo: “ha salido de a cuatro” se consideraba mala. Si era “de a veinte” resultaba una buena cosecha.Con las fanegas de trigo recolectado había que arreglarse para comer todo el año. Una veces se vendían. Otras se cambiaba por harina que luego la madre o abuela iban amasando y cociendo el pan en hornos caseros muchas veces, de los que casi todas las familias disponían de uno.La cebada y avena, era casi toda vendida. El agricultor solo se quedaba con la suficiente para dar de comer a sus bestias cuando éstas tenían que trabajar duro. Y así hasta el año próximo que daba comienzo la preparación de la siguiente “senara”.Debo aclarar, que aunque algunas frases del presente escrito aparecen de forma “no correctas”, en su día se pronunciaban tal como quedan reseñadas.LUNES

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Para hacer un comentario hay que tener una cuenta de Google, aparecerán una vez hayan sido supervisados por el administrador.