Vídeos DE ENCINASOLA

Queridos Paisanos: hace algún tiempo el señor Manuel Fernández López y MªTinidad Domínguez López me hicieron el ofrecimiento de una series de cintas de VHS, en las cuales se refleja la viva historia de nuestro querido pueblo, como son sus fiestas y tradiciones y otros acontecimientos, en ese momento yo estaba con un tratamiento de quimioterapia y le dije que no era el momento para digitalizarla, terminado el tratamiento me puse manos a la obra y le pedí al Sr. Fernández que me enviara las cintas que había realizado durante el periodo de tiempo que tuvieron un videoclub, esas cintas están en mi poder y ya las estoy recuperando para que vosotros podáis visionarlas, la estoy fraccionando en videos de 13 a 15 minutos,para que se hagan más amenas, deseo que vayáis expresando vuestro agradecimiento al Sr. Manuel Fernández y Mª Trinidad Domínguez por su gentileza a que estas cintas vean la luz.
Os comunico que estos vídeos irán apareciendo en Morochos en la Red, espero que sea del agrado de todos.
Fontenla.

CALLE ABEL MORENO

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viernes, febrero 24, 2006

Recuerdos




Este sencillo relato está dedicado a todas las personas, hombres y mujeres, que nacimos en los años que siguieron a nuestra Guerra Civil.
Es mi deseo que nadie se sienta ofendido, pues está basado solo en vivencias personales y escrito sin ningún resentimiento. No es el momento de culpar a nadie, sino de rememorar viejos recuerdo para no olvidar las muchas dificultades que atravesamos.
Tampoco pretendo que nosotros, los conocidos hoy como “carrozas”, queramos aparecer ante la juventud actual como “héroes”... No fuimos héroes ni mártires, sino protagonistas en el teatro de la vida, representando cada uno el papel que le asignó su destino.


Fue allá por la mitad de la década de los años 40 en un pueblo, por aquellas fechas casi desconocido y olvidado de la Sierra de Huelva, Encinasola, donde un frío día del mes de Noviembre vio la luz por primera vez un niño al que bautizaron con un nombre que en estos momentos poco importa.
Sus primeros pasos los dio en un ambiente familiar humilde, de muy escasos recursos. Una familia mas de las muchas que por aquellos años padecieron las consecuencias de los no muy lejanos conflictos políticos.
Pudo asistir al colegio gracias al sacrificio y desvelo de su padre, cosa que por aquellas fechas no dejaba de ser un privilegio. Allí aprendió a conocer las primeras letras, escribiendo con lápiz en la única libreta de que disponía. Poco después y a medida que se progresaba, se empezaba a usar la pluma humedecida en el tintero instalado en cada pupitre.
Solo el que podía disponía de un libro llamado “Grado Medio”, en el que se encontraban todas las materias necesarias. Mas tarde aparecería el famoso “Alvarez”, que aunque mas moderno no era mas completo que el anterior.
Pero lo mas importante de todo fue su maestro D. Eladio, del que guarda un muy grato recuerdo. Además de enseñar, trató siempre de inculcar en las mentes todavía muy tiernas de todos sus alumnos el valor de las cosas sencillas, como son la amistad, la honradez y el respeto a los demás, entre otras, que a lo largo de la vida habrían de servirle como estandarte.
Tiempo feliz en el que en su cabeza solo tenia cabida la idea de jugar y jugar, como cualquier niño normal.
Pero como la vida no se detiene, aquel niño fue creciendo y así llegó a los 11 años. Fue entonces cuando su entorno, en todos los sentidos, daría un giro inesperado debido a la muerte de su padre. No se ha dicho antes que además de él eran otros cuatro hermanos.
¿ Imaginan, con muy escasos recursos, en mitad de la década de los 50 en un pueblo perdido de la Sierra una mujer viuda con cinco hijos ?... Las consecuencias fueron duras. Aquel niño de los 40 tubo que abandonar necesariamente la escuela para intentar aportar, junto con sus hermanos, su grano de arena para que la familia pudiese subsistir.
La felicidad de los primeros años se fue transformando en vivencias extremas, de las cuales le quedan pocas agradables. Hoy, desde la enorme distancia en el tiempo, el recuerdo que mas le gratifica es el ejemplo que dio su madre. Es seguro que cualquier madre hubiera hecho lo mismo. La suya, como una heroína y ante tanta adversidad, luchó siempre al frente de sus hijos, sabiendo guiar con paso firme, acierto y dignidad a su familia. Fue una buena mujer...
Pero tampoco se paro el tiempo y fueron pasando los años. Aquel niño, aunque ya no podía ir a la escuela, trató de aprender por su cuenta, de los escasos libros que pasaban por sus manos, cosa que no siempre se podía llevar a cabo, ya que como tantos otros tenía que trabajar.
Las ocupaciones mas comunes eran: arrancar jaras, arar, segar, recoger aceitunas y hacer “picón” que luego vendía a los Peatones. Había que desplazarse en muchos casos a dos horas de camino, andando o en bestia. Por un jornal irrisorio permanecíamos en el tajo durante toda una larga jornada, para después y por los mismos medios, volver a casa cansado y empapado de agua en muchas ocasiones.
A pesar de todo ni se te ocurriera alzar ni la mas leve palabra de protesta, pues te exponías a no ir al trabajo al día siguiente. O como ocurrió en algún caso, hasta “pasar por el Cuartel”, donde muy bien podrías salir fichado como “rojo”, tipo de delincuencia más habitual de aquellos tiempos...
Otros, además de estos trabajos cruzaban la frontera con Portugal dedicándose al contrabando, desde donde transportaban las famosas “mochilas de café” que luego y en otro pueblo, a veces no tan cercano, revendían consiguiendo algún “durillo” para poder atender a las necesidades más básicas.
Por este motivo, muchos cumplieron condena en la cárcel y a mas de uno le costó la vida, como bien recordamos todos los que vivimos aquellos tiempos de injusticia.
Solo para unos pocos era la vida fácil.
Así fueron llegando los 15,16,17 años. Años, que aunque cargados de muchas carencias económicas, se imponía imparable el ímpetu natural de la juventud que dejaba florecer muchas ilusiones. Ilusiones limpias y propias de esa edad.
Con la Universidad ni soñar. Por falta de medios y también de posibilidades, nadie, excepto los hijos de los pudientes, podían pensar en estudiar una carrera. Nuestra meta académica no era otra sino la de conseguir el Certificado de Estudios Primarios. Algunos ni eso.
En cuanto a diversiones, nos conformábamos con poder ir el domingo “parriba” a dar una vuelta y tomar una copa de vino, (las menos veces dos), en casa de Machaca, Antonio o El Litri, alternando al mismo tiempo con pasear en la plaza, vuelta arriba, vuelta abajo, sin otro interés que el de solo hablar con las muchachas, en especial con alguna que ya empezaba a calar en tus sentimientos, dándote por satisfecho si alguna vez conseguías, con picardía sana y de forma que pareciese casual, rozar su mano.
Ningún muchacho tenía coche, si acaso alguno de familia con un poco de mas solvencia económica, una bicicleta.
No se conocían las litronas, los cubatas, ni los porros, pero se respetaba a los mayores, aunque no fueran tus padres, resaltando pronto el color de tus mejillas si por algún motivo eras reprendido por alguno de ellos.
En el verano, tras la siega y terminada la dura tarea de la recolección o el carbón, esperábamos la llegada de la feria de Septiembre con ilusión. Para esta fiesta, si disponías de diez pesetas que con esfuerzo habías conseguido ahorrar durante el año, ya te podías dar por satisfecho.
En la caseta de los llamados “ricos”, instalada frente a la puerta del Ayuntamiento, no pudiéramos bailar por no tener los de nuestra clase social acceso a ella, pero lo hacíamos y con mucha alegría, en el “paseo de arriba”, donde tantas y tantas veces, años antes, habíamos jugado al “chicuento”.
Nuestro contacto con el exterior se limitaba a las noticias (filtradas sin duda) que escuchábamos en los pocos aparatos de radios de lámparas que había. Alguno de ellos eran de la marca “Invicta”, que todavía alguien conserva como una joya en buen estado de funcionamiento.
Predominaban los programas de discos dedicados y novelas de Sautiel Casaseca, en las que se mezclaban como argumento principal, el amor y la tragedia.
De forma muy oculta, clandestina mas bien, solo en círculos cerrados de hombres mayores de tendencia izquierdista, se escuchaba por la noche una locución que emitía con mucha potencia de salida y desde Dios sabe donde, una emisora conocida como “Radio Pirenáica”. En este programa, que era muy famoso por el sello especial que conlleva todo lo prohibido, se oía con frecuencia a la casi mítica “ Pasionaria “, de nombre Dolores, así como otras personas destacadas del Partido Comunista del momento.
Al día siguiente, aunque no de forma abierta, se comentaba en los “tajos”, entre mezcla de “ilusión política frustrada y esperanza”, lo mas interesante. Aunque siempre con mucho recelo y mirando hacia el lado ante el temor de ser escuchado por alguna persona que no fuese de confianza que muy bien pudiera delatar tus ideas políticas.
Había igualmente familias que estaban suscritas a publicaciones que se repartían en fascículos, no recuerdo si cada quince o treinta días, que luego eran leídos en voz alta y en torno a una mesa al calor del brasero, por el miembro familiar mas suelto en la lectura, donde escuchaban, además de todos sus componentes, alguna vecina que acudía. Una de estas novelas, también del genero dramático, se titulaba “Madrecita”. ¡ Menuda tragedia !.
Apareció después la televisión en blanco y negro. Gran invento que posiblemente pudo ser el inicio de lo que pudiéramos llamar “la revolución de nuestra mentalidad”. Aunque no era nada fácil encontrar un lugar para colocarse delante del aparato, pues éstos eran muy contados. Creo que el que mas juventud reunía era uno que estaba instalado en la casa del párroco Don Horacio. Hubo otro posteriormente en la carpinteria-bar situada en la calle Eugenio Silvela, (carretera de Fregenal en su confluencia con calle Molinitos). En este momento no recuerdo con certeza si ya por aquellas fechas pudimos ver el atentado que costó la vida al Presidente Kennedy, hecho, que como todos sabemos, tuvo lugar allá por el mes de Noviembre del 63.
Hoy, mirando hacia atrás y después de tantos años trascurridos, pienso que posiblemente fuimos mas felices que nuestra juventud de ahora.
No quiero dejar de resaltar la personalidad de algunos hombres relevantes del momento, que desde mi punto de vista, destacaron por su comportamiento y buen hacer:
De forma muy ligera mencionaré de nuevo a Don Eladio y también a Don Serafín. Creo que ambos maestros vivieron siempre entregados a sus ocupaciones docentes con resultados muy positivos.
Tampoco me olvido de Don Urbano el médico. Hoy día todavía me viene a la mente el recuerdo de su figura inconfundible, deambulando por las calles del pueblo, de día y muchas veces de noche, acudiendo de aquí para allá, donde fuese menester, pero siempre tratando de llevar a cada casa un poco de consuelo y esperanza ante el dolor y la miseria de aquellos tiempos. Creo que también fue una gran persona.
Deseo citar igualmente al ya fallecido tempranamente José Mora. Este carpintero, de apariencia puede que algo huraña para algunos, supo ganarse a pesar de sus años, el aprecio de la juventud de su barrio. Descanse en paz tu alma allá donde se encuentre. Tu recuerdo José lo llevaré siempre, por tu buen comportamiento y por el detalle que tuviste con mi familia en aquellos años de privaciones.
Estoy seguro de que se podría añadir a esta lista muchos más nombres. Personajes sencillos, para mi inolvidables, como lo fueron tío Andrés el “Zapatero”, que tenía su pequeño taller muy próximo a la Iglesia de Los Mártires, así como un maestro (no recuerdo si titulado o no), conocido como “El Retratista”, que daba sus clases en su domicilio de la Calleja de María Jesús, así como otros muchos.
Pero fue ya por la mitad de la década de los 60 cuando empezó a percibirse un leve cambio. Principalmente entre la juventud, que aunque muy despacio, iría calando en su forma de pensar en principio y en sus vidas después.
Muchos jóvenes, casi todos con los mismos problemas pero cada uno con una historia distinta, en contra de su voluntad por tener que abandonar la tierra donde nacieron, dejaron sus “mochilas de café”, ganados y “senaras”. Unos marcharon para Alemania. Otros para Madrid, Barcelona o Bilbao y no pocos ingresaron en el Ejército o Cuerpos de la Seguridad del Estado, Guardia Civil y Cuerpo Nacional de Policía, (Policía Armada en aquellos tiempos).
Sin duda, todos fuimos partiendo guiados por un jornal mas espléndido que se nos ofrecía, sin tener en cuenta en muchos casos la vocación profesional de cada uno.
Fueron también innumerables las mujeres que marcharon hacia las grandes ciudades, principalmente para trabajar como “sirvientas”. (empleadas de hogar como se conoce ahora).
Todos teníamos que comer...
Atrás, (casi olvidada hoy), quedaba toda una vida llena de sacrificio de cientos y cientos de personas. Muchas de ellas habían nacido en cualquiera de las tantas y humildes chozas construidas con palancas y retamas apoyadas sobre lo que se conocía como un “pedrizo”, que se encontraban repartidas por las llanuras y laderas de los cerros de un campo cualquiera.
Allí habían pasado toda su niñez, sin otra ilusión que le de ver amanecer cada días. En muchos casos junto a un rebaño de ganado o llevando a cabo cualquier labor del campo, de sol a sol, para guarnecerse tras terminar su tarea por la noche en el mismo cobertizo, acompañado casi siempre de la “tos” producida por el humo acumulado dentro del escaso habitáculo procedente del rescoldo de una pequeña candela, escuchando de sus mayores, una y otra vez historias repetidas, relacionadas con carnicerías producidas por los lobos entre los ganados, crecida de barrancos, en las que alguna persona había perdido la vida al ser arrastrada por la corriente. O cualquier otra. Sencilla siempre, pero que en muchos casos impresionaba bajo la escasa luz de la llama tambaleante de un mugriento candil de aceite que permanecía colgado de forma casi perpetua de cualquier “gancho”.
Aquellos desplazamientos fueron angustiosos, traumáticos en algunos casos, por tener que dejar la tierra donde cada uno había nacido para dirigirse hacia un lugar ajeno e incierto.
Mas adelante también tendría su lado positivo. Una vez que cada individuo se iba acoplando en su lugar de acogida, se empezó a respirar otro ambiente económico mas desahogado. Los emigrados enviaban dinero desde sus puntos de trabajo a las familias y “ la cosa” empezaba a cambiar.
Por otro lado, el régimen dictatorial férreo que se vivía, aunque muy despacio, ya empezaba a dar señales de un leve “aperturismo” que iba acompañado de un resurgir económico innegable, que sin duda, repercutía entre la clase obrera. Los jóvenes y menos jóvenes empezaban a encontrar empleo, principalmente en fábricas dentro de nuestras fronteras. Cualquiera, con mucho sacrificio sin duda, daba la entrada para la adquisición de un piso en propiedad. Otros se atrevían a comprar un cochecillo. Casi siempre el Seat 600, que tan popular llegó a ser
En general, la gente empezó a vivir de forma mas alegre, aunque sin dejar de sufrir siempre la añoranza de nuestro pueblo.
El aperturismo político continuaba. Se empezaba a circular de uno a otro lado sin temor, apartando de la mente poco a poco los años de represión. Aunque en el fondo, sin olvidar...
A pesar de todo, ni se te ocurriera públicamente opinar todavía sobre el comunismo, pues muy bien podías ser detenido.
Al mismo tiempo, en las ciudades mayores, los que tuvimos que partir empezamos a conocer las huelgas y reivindicaciones obreras (por supuesto no autorizadas), alimentadas por los movimientos sindicalistas de izquierda, que ya por aquellas fechas empezarían a hacerse notar, principalmente regando una y otra vez de octavillas las calles de las capitales principales y chocando frontalmente con las ideas que defendía el sindicato creado por la Dictadura.
Resulta curioso algo que visto desde hoy contrasta con la política que se vivía en aquel momento. No se si es una apreciación equivocada por parte de quien escribe, pero a pesar de la dureza del “Sistema”, le queda la impresión de que a los empresarios les era mucho mas difícil “echar o despedir” a cualquier obrero de un trabajo que en la actualidad. Dicho de otra forma: Se respetaba mucho mas el puesto de trabajo que ahora. Siempre que el comportamiento del obrero fuese normal.
Por desgracia para nuestro pueblo, con el inicio de lo que se conoció como “despegue industrial” llegó el comienzo del abandono de nuestros campos y cercados en general, que daría lugar al tremendo y lamentable deterioro en el que se encuentran hoy día.
He tratado en estas líneas, en principio un poco auto-biográficas, relatar de una forma somera lo que a mi parecer fue el transcurrir de nuestra juventud, situándonos desde la mitad de la década de los 40 hasta el final de los 60. Quedan aún muchas situaciones sobre las que se podría hablar y que forman parte de la Historia reciente de nuestro pueblo y sus gentes.
Por último decir, para no dar lugar a interpretaciones que pudieran ser entendidas de forma poco acertada, que en contra de mi voluntad no menciono hechos concretos ni nombres de personas, a excepción de las que desde mi punto de vista merecieron, aunque sea a “título póstumo”, resaltar sus cualidades.

LUNES.

Nota: este articulo fué publicado anteriormente en la pagina marocha "Joya Serrana" .


2 comentarios:

  1. no tengo el gusto de conocer al Sr.Lunes pero lo felicito de todo corazon pues su articulo me ha transportado a mi niñez ,he disfrutado mucho al leerlo.
    Otro nostalgico

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  2. Amigo Lunes ,si el Sr. Nostalgico te hace un comentario en esta pagina refiriendose a tu articulo, lo mas natural es contestarle debajo de su comentario en esta pagina, no en el otro forum.
    Practiquemos "Marochismo"
    Fontenla

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