Estas reflexiones las hacía por sus edades, el padre de Isabel noventa y seis, la madre de Flores noventa y nueve...y de ochenta y tantos un montón. Son personas que han formado parte de mi vida; les conocía desde siempre, les veía pasar durante mis juegos en la infancia, charlaba con ellos y en muchas ocasiones escuchaba sus historias. También he ido envejeciendo con ellos.
Pero en este relato no todo son tristezas. Estos ancianos han vivido (sin saberlo) en la gloria (si los comparamos con el calvario en que viven otros). Han tenido hijas, nietas y algunos nueras, que se han volcado en su cuidado y os puedo asegurar que cuando esto se hace con amor, es la satisfacción más grande que se puede tener... Lo sé por experiencia....un anciano recién bañado y oliendo a colonia de bebé te produce una sensación de paz...
El artículo que sigue titulado: “Semblanzas y Soledades” lo escribí basándome en hechos reales. Alguien me comentó que era muy duro. Le saqué de su error al decirle que era una pequeña parte de lo que había visto y escuchado.
Por todo ello os mando mi escrito, como un pequeño homenaje a todas esas familias que han sabido apreciar la importancia de tener a sus mayores en casa y a la vez les han dado amor y cantidad de paciencia para sobrellevar (en algunos casos) sus rarezas de ancianos.
Os felicito a todas.
Abuelo:
Las paredes de tu casa las han dejado como se supone que es tu vida: vacías.
El blanco deprimente de hospital, no puede poner una nota de color en la monotonía de tus días. Tan sólo un calendario de S. Antonio te acompaña, indicando los días ... los meses... que transcurren entre un tedio horrible, alterado solamente por el tic-tac de un pequeño reloj que es tu único compañero en la mesa y por el pasillo, el quejido continuo de tu mujer, (aún más sola que tú), sumergida en su sordera.
Y yo (espectadora atónita), al contemplarte, anciano, me pregunto: ¿En qué piensas?. ¿Cuándo serán tus pensamientos realidad y cuando serán fantasmas creados por la arteriosclerosis de tus noventa y dos años?
Es triste que tu único pecado en la actualidad sea vivir. Tus diminutos ojos, aún analizan lo bueno y lo malo; tu estómago siente hambre en su momento; tus esfínteres funcionan a su capricho... Y todo esto les es odiable anciano...Ellos ya no os necesitan, han crecido, se han hecho adultos, tienen sus necesidades cubiertas. Ya no recuerdan las noches de fiebre junto a su cama, la ropa limpia, la comida caliente, el paseo, el beso...
Me decías: “Estamos como perros abandonados”... y yo te puedo asegurar, anciano, que mi perrilla en Pascua probó los mantecados... Ustedes ni siquiera recibisteis el beso de Año Nuevo, ese beso que le damos a cualquier desconocido con la euforia del champán.
Te pregunto en mis ratos de compañía: ¿Le duele algo, abuelo?. ¡Nunca se queja!. Me respondes: “Algunas veces me duele el lado del corazón. A mí me gustaría que fuese un dolor fuerte, rápido, para no sufrir más; pero... ¡qué le vamos a hacer! Estaremos aquí hasta que Dios quiera. No me quito la vida, pues eso es de cobardes”.
El día que aún te agarras a la esperanza me dices: “Todo esto que me ocurre está escrito, ¿sabes?, y algún día se sabrá...”
No sé si se sabrá, abuelo, pero puedo asegurarte que el viento sabe de tu soledad y lo sabe la madrugada, que día tras día acentúa tu calvario con su silencio e incertidumbre.
Puede ser, abuelo, que alguien pase por tu puerta y sepa que naciste, viviste, tuviste hijos y esperaste la muerte con ansias, porque la sociedad entera te apartó como un trasto inútil olvidado en el desván.
Y puede ser que alguien te recuerde mañana y lleve flores a tu tumba.
Alicia García Gómez.
Estoy contigo en todo lo que dices Alicia.
ResponderEliminarellos nos necesitan, y sobre todo necesitan voces que cuenten sus sentimientos y su soledad, de estas cosas pocas veces se habla, parece que es mejor no acordarse y no pensar que ese es el final que nos espera a muchos.
Pilar
Alicia:
ResponderEliminarTe felicito por tu precioso escrito cargado de sencillez y realismo. Asi es la vida.
J.M. Santos
Hola Alicia:
ResponderEliminarTe doy las gracias por tus recuerdos hacia mi padre,estoy contigo en todo, yo siento una sastigfacion muy grande de haber cuidado a mi padre, y ahora me queda mi madre y asta que dios quiera,es una pena por que vuelven aser niños pequeños,y lo que quieren es mucho cariño.un beso Isabel.