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PROVINCIA DE MÁLAGAAndalucía
ESCÁPATE - ANDALUCÍA
El antiguo centinela de la Raya. EncinasolaFronteriza con Portugal, Encinasola está situada en la Sierra Norte, dentro del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Su antigüedad se remonta a la edad del Bronce, como confirma la existencia de dólmenes.
HOJA DE RUTA
Cómo llegar: Por la A-92 hasta Sevilla. Aquí tomamos la S-30 y la salida por la A-66 (Ruta de la Plata). Desde la A-66 se toma la N-435, que pasa por Higuera de la Sierra, para tomar luego la C-439.Visitas: El castillo árabe y los baluartes defensivos del XVI, restos históricos que fueron dañados por los franceses durante la Guerra de la Independencia, y la iglesia de San Andrés, del siglo XVI, con un importante Retablo Mayor Barroco.Compras: Taller de bordados, situado en la calle Arrabacín. Para trabajos de forja, el taller de Antonio Díaz. En las tiendas de la localidad se pueden adquirir exquisitos embutidos. Gastronomía: Su gastronomía rica en platos de caza y las calderetas ‘marochas’ o las morcillas de lustre con patatas.
J. M. BRAZO MENADentro de las rutas fronterizas con Portugal, la que conduce a la localidad onubense de Encinasola, procedente de la Nava, constituye una de las travesías más interesantes de la comarca, en la que una angosta carretera que cruza un sinfín de choperas, encinares, eucaliptos y jarales, acompañada por la Rivera del Múrtigas, llevará al viajero hasta la bella población marocha, no sin antes ofrecerle una panorámica de adelfas acunadas junto al Arroyo del Sillo, y los restos de un antiguo puente, que fue mandado a construir por Juan Gualberto, ministro de Fernando VII.Ya en el blanco caserío, llaman poderosamente la atención del visitante los fuertes de San Felipe y San Juan (s. XVI), que se levantan en los extremos del pueblo como antiguos centinelas y que hoy se han convertido en privilegiados miradores de la sierra, en los confines de Extremadura y Portugal. Entre la arquitectura popular, se encuentran los restos de un castillo construido en la época de Alfonso X el Sabio, y la iglesia parroquial de San Andrés, templo de estilo gótico mudéjar con tres portadas renacentistas atribuidas a Hernán Ruiz.Al llegar al barrio de la Peña, junto al fuerte de San Felipe, el espectador puede contemplar un bello panorama del pueblo desde las enormes rocas que lo coronan, donde se ha construido un mirador a más de 400 metros de altitud, además de divisar un hermoso paisaje de sierras surcadas por arroyos, riveras y caminos fronterizos, hollados por numerosos pueblos que ocuparon estos parajes desde época prehistórica.Durante el paseo por el entramado urbano, el viajero tiene la sensación de encontrarse en otro tiempo, no sólo por la tranquilidad del recorrido y la buena conservación de las casas antiguas, adornadas con flores, sino también por la hospitalidad de sus habitantes, con su peculiar ‘habla marocha’ y por las costumbres y formas de vida propias de la localidad, que ha sabido conservar e incluso ha transmitido a otros lugares como al vecino pueblo portugués de Barrancos. Esta personalidad de Encinasola, viene marcada no sólo por el aislamiento geográfico del enclave, sino también por ser un crisol donde se mezclan antiguas formas de vida, como la de haber sido tierra de contrabandistas, destacando el afamado Juan de la Cruz y su jaca castaña, cuyas hazañas se recogen en las letras de un fandango propio; oficios como artesanía de alforjas, mantas y romanas, cuyos talleres han ido desapareciendo paulatinamente, y tradiciones como la ‘danza del pandero’, baile que data del siglo XIII y que ha sido recuperado ejecutándose en la actualidad durante las fiestas locales. No obstante, la riqueza paisajística y la gran variedad de caminos muestran a Encinasola como un lugar idóneo para la práctica del senderismo, pudiéndose realizar excursiones por la ruta del Caño, arroyo afluente del Sillo que ofrece magníficas panorámicas a la altura del Pico de los Castillos y especialmente en la falda de la Peña de San Sixto; la ruta de los Pilares y de los Cinco Pinos, pasando por el Puerto del Olivo o la del Camino de la Contienda, partiendo desde el pueblo por el sendero que conduce a la ermita de Roca-Amador.Otros de los paseos llenos de atractivos se sitúan junto a la rivera del Múrtigas, principal vía fluvial que, escoltada por una variada flora con abundantes bosques- galería y acompañada de rica fauna, discurre encajada entre sierras. Estas aguas, camino de Portugal van dejando a su paso bellos rincones, amplias charcas y restos de antiguos molinos que se van sucediendo en su lento curso de sureste a noroeste. Y junto al cauce, en una antigua ermita, «a orillas de la rivera, está la Virgen de Flores, patrona de Encinasola, reina de los corazones...», según el fandango marocho. El mantel de la ruta alberga especialidades gastronómicas como el típico guisado de morcilla de lustre, las migas (con sardinas asadas, aceitunas y naranjas) y el caldillo de las matanzas, así como una exquisita repostería que gira en torno a especias como la matalauva, destacando las perrunillas, las tortas de chicharrones y los pestiños.
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El antiguo centinela de la Raya. EncinasolaFronteriza con Portugal, Encinasola está situada en la Sierra Norte, dentro del Parque Natural de la Sierra de Aracena y Picos de Aroche. Su antigüedad se remonta a la edad del Bronce, como confirma la existencia de dólmenes.
HOJA DE RUTA
Cómo llegar: Por la A-92 hasta Sevilla. Aquí tomamos la S-30 y la salida por la A-66 (Ruta de la Plata). Desde la A-66 se toma la N-435, que pasa por Higuera de la Sierra, para tomar luego la C-439.Visitas: El castillo árabe y los baluartes defensivos del XVI, restos históricos que fueron dañados por los franceses durante la Guerra de la Independencia, y la iglesia de San Andrés, del siglo XVI, con un importante Retablo Mayor Barroco.Compras: Taller de bordados, situado en la calle Arrabacín. Para trabajos de forja, el taller de Antonio Díaz. En las tiendas de la localidad se pueden adquirir exquisitos embutidos. Gastronomía: Su gastronomía rica en platos de caza y las calderetas ‘marochas’ o las morcillas de lustre con patatas.
J. M. BRAZO MENADentro de las rutas fronterizas con Portugal, la que conduce a la localidad onubense de Encinasola, procedente de la Nava, constituye una de las travesías más interesantes de la comarca, en la que una angosta carretera que cruza un sinfín de choperas, encinares, eucaliptos y jarales, acompañada por la Rivera del Múrtigas, llevará al viajero hasta la bella población marocha, no sin antes ofrecerle una panorámica de adelfas acunadas junto al Arroyo del Sillo, y los restos de un antiguo puente, que fue mandado a construir por Juan Gualberto, ministro de Fernando VII.Ya en el blanco caserío, llaman poderosamente la atención del visitante los fuertes de San Felipe y San Juan (s. XVI), que se levantan en los extremos del pueblo como antiguos centinelas y que hoy se han convertido en privilegiados miradores de la sierra, en los confines de Extremadura y Portugal. Entre la arquitectura popular, se encuentran los restos de un castillo construido en la época de Alfonso X el Sabio, y la iglesia parroquial de San Andrés, templo de estilo gótico mudéjar con tres portadas renacentistas atribuidas a Hernán Ruiz.Al llegar al barrio de la Peña, junto al fuerte de San Felipe, el espectador puede contemplar un bello panorama del pueblo desde las enormes rocas que lo coronan, donde se ha construido un mirador a más de 400 metros de altitud, además de divisar un hermoso paisaje de sierras surcadas por arroyos, riveras y caminos fronterizos, hollados por numerosos pueblos que ocuparon estos parajes desde época prehistórica.Durante el paseo por el entramado urbano, el viajero tiene la sensación de encontrarse en otro tiempo, no sólo por la tranquilidad del recorrido y la buena conservación de las casas antiguas, adornadas con flores, sino también por la hospitalidad de sus habitantes, con su peculiar ‘habla marocha’ y por las costumbres y formas de vida propias de la localidad, que ha sabido conservar e incluso ha transmitido a otros lugares como al vecino pueblo portugués de Barrancos. Esta personalidad de Encinasola, viene marcada no sólo por el aislamiento geográfico del enclave, sino también por ser un crisol donde se mezclan antiguas formas de vida, como la de haber sido tierra de contrabandistas, destacando el afamado Juan de la Cruz y su jaca castaña, cuyas hazañas se recogen en las letras de un fandango propio; oficios como artesanía de alforjas, mantas y romanas, cuyos talleres han ido desapareciendo paulatinamente, y tradiciones como la ‘danza del pandero’, baile que data del siglo XIII y que ha sido recuperado ejecutándose en la actualidad durante las fiestas locales. No obstante, la riqueza paisajística y la gran variedad de caminos muestran a Encinasola como un lugar idóneo para la práctica del senderismo, pudiéndose realizar excursiones por la ruta del Caño, arroyo afluente del Sillo que ofrece magníficas panorámicas a la altura del Pico de los Castillos y especialmente en la falda de la Peña de San Sixto; la ruta de los Pilares y de los Cinco Pinos, pasando por el Puerto del Olivo o la del Camino de la Contienda, partiendo desde el pueblo por el sendero que conduce a la ermita de Roca-Amador.Otros de los paseos llenos de atractivos se sitúan junto a la rivera del Múrtigas, principal vía fluvial que, escoltada por una variada flora con abundantes bosques- galería y acompañada de rica fauna, discurre encajada entre sierras. Estas aguas, camino de Portugal van dejando a su paso bellos rincones, amplias charcas y restos de antiguos molinos que se van sucediendo en su lento curso de sureste a noroeste. Y junto al cauce, en una antigua ermita, «a orillas de la rivera, está la Virgen de Flores, patrona de Encinasola, reina de los corazones...», según el fandango marocho. El mantel de la ruta alberga especialidades gastronómicas como el típico guisado de morcilla de lustre, las migas (con sardinas asadas, aceitunas y naranjas) y el caldillo de las matanzas, así como una exquisita repostería que gira en torno a especias como la matalauva, destacando las perrunillas, las tortas de chicharrones y los pestiños.
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