Para Víctor, Maestro.
Desde el encinar y la dehesa profunda de musgo,
de adelfa y de tomillo, de flor de jara
al granítico filón mineral antiguo.
Del relente de sierra
al alminar turris fortissima.
La voz .
La voz del maestro.
Maestro del amor y de la entrega,
regalando su tiempo detenido y sin embargo, raudo,
como de madrugada de Viernes Santo
con antifaz verde esperanza
de la que tú y yo sabemos.
La voz del maestro,
en el aula vetusta, de mil cachivaches suspendidos
en las rendijas del alma
por donde se cuela el aire burlón de la memoria
que el corazón agranda en un abrazo sincero de nostalgias.
En esa escuela de la vida de fandango y aguardiente
a esta escuela de la vida
de niños y niñas que tú quisiste hacer felices.
La voz del maestro queda
esquivando , porfiando , desafiando a las dudas y los temores
para convertirlos en ternura y verdad… y anegarlo todo.
Arroyo de aguas cristalinas de tu tierra abrupta
que dan de beber a los que no tienen voz .
A los que sufren como tú sufriste las “cornás” de la vida.
Hoy quiero que las golondrinas desconcierten
con su vuelo la tristeza ,
que los jilgueros dibujen trinos en el romero y
engañen a la pena que ya no trama nada.
Yo quiero hoy coger una tiza y escribir en la pizarra de mi corazón la palabra : Gracias.
Gracias, compañero.
Gracias, amigo.
Gracias, MAESTRO.
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